• Noticias
  • Artistas
  • Servicios
  • Cultura Alternativa
  • Agenda
  • Tienda
  • Contacto
  • Quienes somos
  • Cesta

Artículos

Balance 2019

31/12/2019 by Alternativa Management
Artículos
2019, alicia lahuerta, azero, celtas cortos, conciertos, gussy, isabel marco, mariano lavida

Finaliza el año y nos disponemos a hacer balance de todo el trabajo realizado a lo largo del año. Ha sido un año diferente y muy especial, ya que el 28 de septiembre se producía el nacimiento del pequeño Dani (hijo de Isabel Marco y Daniel Sancet).

Han sido un total de sesenta y nueve actuaciones disribuidas a lo largo del año. Y por primera vez en estos tres años la artista que encabeza la clasificación de actuaciones es Isabel Marco. Así nos encontramos que Isabel Marco ha realizado 19 actuaciones, Mariano Lavida 14 actuaciones y Alicia Lahuerta 14 actuaciones. Ellos encabezan el ranking, pero también tenemos a Azero, 9 Dedos y Gussy con 3 actuaciones, y a Gabriel Abril con 2 actuaciones. Por otro lado hemos trabajado de forma puntual con artistas como Celtas Cortos, Kutxi Romero, Aurora Beltrán o Los De Marras, entre otros.

En lo referente a servicios de prensa, fabricación y promoción de grupos hemos trabajado con Isabel Marco, Azero, Rocking Horse y Cuatro Gramos. También hemos gestionado las redes sociales de Isabel Marco, Revista CLIJ, Rocking Horse y Ayuntamiento de Gurrea de Gállego.

Tú no me vales

27/11/2019 by Alternativa Management
Artículos
got talent, idol kids, la voz, master cheff junior, operación triunfo, talent show, television

«Ya está todo preparado para la próxima edición de Got Talent. Solo nos falta tu talento. Si quieres dejar al jurado sin palabras, demostrarle al mundo lo que vales y sentir la sensación de conseguir un pase de oro, esta es tu oportunidad… ¡Apúntate al casting!». Así rezaba la publicidad de un conocido talent show publicada hace unos meses, cuando el canal de TV en el que se emitía abrió la convocatoria para postularse al concurso.

El triunfo de los talent shows se explica por algunas de nuestras emociones más profundamente arraigadas: envidia, narcisismo, etc.

Hace ya muchos años que se estrenó el formato de Operación Triunfo en TVE y desde entonces, cada vez con más frecuencia, se emiten programas similares en buena parte de las cadenas nacionales y autonómicas. Concursos de canto, de baile, de comedia, de acrobacias, de talentos varios en general y, por supuesto, de cocina. De cocina no pueden faltar. La pasión por la competencia, por la ambición de llegar a ser el número uno y el morbo de ver cómo cada semana un participante se cae del barco son algunos de los motivos que explican el extraordinario éxito del que están disfrutando este tipo de programas. De los cinco programas más vistos el pasado lunes 21 de octubre, según los datos ofrecidos por Barlovento Comunicación, tres de ellos pertenecían a la categoría de talent shows. Pero este fenómeno no solo afecta al conjunto de espectadores españoles, sino que las inscripciones a este tipo de concursos no dejan de aumentar. Cuatro meses después de que el anuncio que abría este artículo fuese publicado, desde la web de Telecinco se leía lo siguiente: «El casting sigue abierto, pero ya se han registrado cifras récord: 6.500 inscripciones y más de 2.100 actuaciones en las pruebas presenciales realizadas en Madrid, Barcelona, Málaga y Tenerife». Miles de personas dispuestas a demostrar que poseen un don único que puede catapultarles al éxito.

En realidad, no tiene nada de extraño que este formato haya triunfado en una sociedad como la nuestra. Se trata de un canal de expresión para algunas de nuestras emociones más profundamente arraigadas: egocentrismo, envidia, narcisismo, etc. No es, de hecho, lo peor que puede verse hoy en nuestros televisores. Pero de la popularización que este tipo de concursos venía disfrutando en los últimos años surgió, en un momento dado, una versión mucho más perversa y sorprendente: se decidió que todo el programa adquiriría un morbo añadido si los aspirantes eran niños. Esta decisión no fue casual, pues trato de importarse el éxito que ya se había cosechado en países como México o EE.UU. En cualquier caso, se implantó en España y triunfó. Pequeños Gigantes, MasterChef Junior, La Voz Kids o el inminente Idol Kids, cuyo jurado estará liderado por Isabel Pantoja. Concursos todos ellos orientados a que un niño o una niña —¿o bien deberíamos decir: sus padres?— alcance la fama y el éxito gracias a su talento. La estrategia es bien clara: ofrecer llantos infantiles a cambio de audiencia.

Los concursos infantiles generan en los pequeños espectadores una frustración difícil de gestionar.

¿Qué efectos podemos predecir con respecto a la popularidad de estos concursos infantiles? En cuanto a los potenciales espectadores, no es difícil señalar alguno. Este tipo de programas tratan siempre de reforzar valores positivos muy parecidos a los que presumiblemente se enseñan, por ejemplo, en la escuela —algo muy diferente es que se trate del canal adecuado—. Aun así, lo más probable es que niños y niñas sientan en su casa la frustración por no poder cantar, bailar, cocinar o lo que sea que estén viendo en el televisor. Este fiasco explica, en parte, el aumento de inscripciones en los castings y el propio éxito televisivo de estos programas: la pantalla se convierte en un espejo —roto— donde verse reflejado. De todos modos, mucho peor lo tienen aquellos que deciden —o les permiten— participar en el concurso. Una vez que un pequeño porcentaje se ha librado de la decepción de fracasar en el casting, entran de lleno en el estresante mundo de la pequeña pantalla. La hiperestimulación, la eventual humillación y los más que probables traumas a los que se ven sometidos pueden, en uno de los casos, ser intercambiados por la satisfacción de saberse ganador del concurso. Éste volverá a su casa con un buen paquete de dinero bajo el brazo y con un ambiguo estatus que gestionar ante los compañeros de colegio. En el mejor de los casos, volverá a su vida infantil, de la que quizá se dé cuenta de que nunca debería haber salido.

La explosión de la industria tecnológica y la facilidad con la que los jóvenes acceden a los contenidos online ha puesto en guardia a padres y educadores. Pareciera, sin embargo, que esta preocupación ha relajado el debate sobre la aparición de niños y niñas en televisión. De una protección justificada se ha pasado súbitamente a la exposición consentida y desmesurada. Y quien no tiene la oportunidad de aparecer en televisión, puede siempre inaugurar su propio canal de Youtube. Algunos tenemos la sensación de que existe una burbuja tecnológica que es imposible de predecir, pero cuya explosión afectará gravemente al espectro psicológico de la ciudadanía. La juventud de hoy determinará la realidad del mañana y todo parece indicar que ésta será muy diferente a la que muchos hemos vivido. Nos alegra saber, en cualquier caso, que Rosalía estará a salvo de dicha explosión. No por los múltiples éxitos que viene cosechando, sino por haber superado el trauma de fracasar en Tú sí que vales.

 

Véase también:

– Pantallas y más pantallas (25/10/19)

– Disculpe, ¿me daría un palillo? (15/08/19)

Pastilleros

31/10/2019 by Alternativa Management
Artículos
edad, industria farmaceutica, medicamentos, medicina, salud, sociedad de consumo

Hace unos días reflexionábamos sobre algunas de las consecuencias que está provocando en España el envejecimiento de la población y el aumento de la esperanza de vida. Hoy toca hacer lo propio con una de sus causas: la evolución de las ciencias de la salud. Desde que la humanidad previniera y tratara las enfermedades valiéndose de las distintas propiedades que poseen las especies vegetales, muchas han sido las innovaciones que, poco a poco, se han ido descubriendo con el paso del tiempo. Dentro del ámbito tecnológico, el siglo XX nos legó la tomografía axial computarizada (TAC) o la resonancia magnética nuclear, entre otras muchas herramientas diagnósticas. Hoy se están aprovechando los conocimientos técnicos de los que disponemos para desarrollar nuevos instrumentos que ayuden al trabajo de los profesionales sanitarios: experiencias de realidad aumentada, impresión de tejidos y medicamentos en 3D, asistentes robot capaces de superar la licenciatura de medicina, etc.

Por supuesto, el desarrollo farmacéutico ocupa un lugar privilegiado dentro de este empeño por combatir a la enfermedad. El descubrimiento de los antibióticos, el perfeccionamiento de la anestesia o la invención de numerosas vacunas son solo algunos ejemplos de los muchos que podrían ofrecerse. En este aspecto, sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Basta con revisar algunos de los titulares más recientes relacionados con la fabricación, la venta y el consumo de fármacos. Desde hace varios años, algunas regiones de los Estados Unidos vienen sufriendo una importante crisis de adicción a los opioides, derivada de la receta indiscriminada por parte de los doctores. En España mismo, «la mortalidad relacionada con estos fármacos ha crecido más de un 50% en siete años y casi se ha doblado entre las mujeres». Hace unas semanas, un jurado de Filadelfia condenó a Johnson & Johnson a indemnizar con 8.000 millones de dólares (¡!) a un hombre que había sufrido los efectos del neuroléptico Risperdal. Se trata de una de las más de 13.000 demandas interpuestas contra la multinacional, cuyo producto habría sido el causante de la ginecomastia de los denunciantes, es decir, del agrandamiento de sus glándulas mamarias. Por último, cabe también mencionar el célebre caso del falso omeprazol —que en realidad se trataba de minoxidil, un vasodilatador utilizado para el tratamiento de la alopecia— que provocó el “síndrome del hombre lobo” en más de veinte bebés españoles.

La principal pregunta a la que nos enfrentamos es si realmente necesitamos todos los medicamentos que consumimos.

Por la cada vez más numerosa aparición de casos como los que acabamos de mencionar es por lo que el Ministerio de Sanidad ha puesto en marcha la iniciativa Valtermed, una iniciativa que pretende valorar lo más objetivamente posible el valor terapéutico de los medicamentos subvencionados públicamente, labor que hasta ahora recaía en las propias empresas farmacéuticas. Pero la cuestión va mucho más allá de la calidad o adecuación de un medicamento particular. La pregunta principal que deberíamos hacernos es si realmente necesitamos todas las medicinas que consumimos —por no mencionar las reacciones que pueda generar su combinación, desconocida en la mayoría de los casos—. Solo en Navarra, alrededor de 11.500 personas toman más de diez medicamentos distintos al día. Naturalmente, una vida y una alimentación saludables prevendrían muchos de los problemas médicos a los que una persona se enfrenta a lo largo de su vida. Pero eso también es otro tema. Como lo son las cuestiones de la biopiratería y del funcionamiento de las grandes empresas del sector. La regulación internacional en materia de patentes farmacéuticas tiende a acentuar «las desigualdades de poder entre los países ricos, ricos en tecnología, y los países menos ricos, pero ricos en recursos biológicos». A pesar de los numerosos llamamientos que se han realizado para prohibir este tipo de licencias, parece evidente que los intereses económicos que subyacen a la industria farmacéutica son más poderosos, al menos por el momento, que la eterna preocupación por mejorar la salud de las personas.

Parece evidente que los intereses económicos que se esconden tras la industria farmacéutica son más poderosos que los intentos por mejorar la salud pública.

¿Adónde nos llevará la hipermedicación en una o dos generaciones? ¿Cuántos años de media viviremos de aquí a cien años? ¿Cuál es el precio que tendremos que pagar por expandir los límites de nuestra propia existencia? Y lo que es más importante, ¿qué porcentaje de seres humanos tendrán la oportunidad de disfrutar de dicha expansión? Evidentemente, resulta imposible responder hoy a estas preguntas, pero, en cualquier caso, son cuestiones que surgen con cada vez más frecuencia en la cabeza de muchos de nosotros. En este contexto, no debería sorprendernos la reiterada reivindicación a una muerte digna. Somos cada vez más viejos, pero no parece estar tan claro que vivamos cada vez más tiempo.

Pantallas y más pantallas

25/10/2019 by Alternativa Management
Artículos
carcassonne, catan, digital, dixit, gamer, juegos de mesa, móviles, ocio, tecnología

Muchas personas conservamos un viejo parchís o un juego de la oca escondidos en algún rincón de nuestras casas. Hay algunas, incluso, que todavía los desempolvamos de vez en cuando y repetimos con nostalgia aquellas tardes que compartíamos con familiares o amigos. Pero está claro que los juegos de mesa han perdido mucha de la importancia que un día adquirieron como forma de “pasar el tiempo”. Fueron progresivamente sustituidos por novedosas ofertas de ocio que explotaron la digitalización y el desarrollo de la programación informática. En un primer momento, los jugadores se reunían en torno a un monitor o a una pantalla de televisión. Hoy en día, cada vez con más frecuencia, se “reúnen” en un espacio virtual al que es fácil acceder desde casa. Por otra parte, el jugador solitario ha cambiado la baraja por un sinfín de videojuegos y plataformas digitales en las que invertir sus horas de ocio.

Esto no es un alegato a favor de las viejas costumbres y en contra de las nuevas tecnologías. El amplio espectro que ofrece la industria de los videojuegos incluye verdaderas maravillas narrativas y propuestas que explotan la creatividad y la imaginación de las personas. Además, en cualquier caso, la progresiva digitalización de la vida cotidiana exige un aprendizaje cada vez más temprano en el mundo de las computadoras, los teléfonos móviles o las tablets. Con independencia de la opinión que cada uno se haya formado con respecto al uso de estos dispositivos, lo cierto es que las sociedades han tomado un rumbo claro y el exilio analógico puede llegar a generar terribles consecuencias psicosociales: marginación, bullying o una irónica “desconexión” de la realidad social, entre otras.

La OMS considera desde este año que la adicción a los videojuegos es una forma de trastorno mental.

Pero la necesaria imposición de esta realidad social no debe llevar a la desregularización absoluta en el uso y disfrute de los dispositivos digitales. Según un estudio realizado por la plataforma de administración de redes sociales Hootsuite y We Are Social, los españoles estamos conectados a internet una media de 5,2 horas diarias, viendo la televisión 2,53 horas y navegando por redes sociales 1,38 horas. Casi la mitad, utilizamos el teléfono móvil como principal canal de acceso, un instrumento que todos solemos llevar encima y cuyo uso ha transformado el paisaje humano de las sociedades modernas. ¿Quién no consulta su dispositivo cuando viaja en metro, en autobús o cuando sencillamente “no tiene otra cosa que hacer”? Con respecto a los videojuegos, el diagnóstico es todavía más terrible. Los gamers españoles invierten en ellos una media de 5,7 horas semanales, pero si tenemos en cuenta la cantidad de personas que no los utilizan o que juegan solo eventualmente, podemos hacernos una idea de la magnitud del problema. La Organización Mundial de la Salud, sin ir más lejos, recogió en mayo de 2019 una nueva Clasificación Internacional de Enfermedades que oficializaba la adicción a los videojuegos como un trastorno mental. En los últimos años han aumentado las muertes causadas directamente por este tipo de abuso. Llama la atención, en este sentido, el prestigio que están adquiriendo aquellos gamers que logran pasar más tiempo delante de la pantalla. Hace unos meses, un jugador español batió el récord mundial de horas seguidas jugando a Fortnite con más de 140.

Las alternativas de ocio no digitales constituyen una herramienta esencial en la lucha contra la hiperdigitalización de la juventud.

En este contexto, se impone la necesidad de encontrar soluciones que redirijan estas dinámicas adictivas y que frenen el aumento en el tiempo que invertimos delante de nuestros dispositivos. Una de las más evidentes y a priori más efectivas es precisamente sustituir parte de este tiempo por alternativas de ocio no digitales. Y lo cierto es que, en paralelo a la explosión de la industria de los videojuegos, se ha desarrollado una fuerte tendencia a diseñar nuevos y sorprendentes juegos de mesa. Las personas que invierten parte de su tiempo libre en actividades de este tipo ya no lo hacen, al menos mayoritariamente, jugando al parchís, el dominó o el ajedrez. Se ha instituido un poderoso mercado en el que destacan títulos como Los Colonos de Catán, el Dixit o el Carcassonne, por mencionar solo algunos. Si se consigue expandir este mercado y se promueven espacios que den a los juegos de mesa la relevancia que se merecen, tal vez puedan prevenirse algunas de las consecuencias del uso irresponsable de los videojuegos y los dispositivos digitales, muchas de las cuales todavía se desconocen. Si no, lo más seguro es que los proyectos personales de cada vez más jóvenes pasen sencillamente por entrar en los Guinness World Record como el gamer que más goles marcó jugando al FIFA o que menos tiempo necesitó para completar el Final Fantasy.

El fenómeno de las fake news

17/10/2019 by Alternativa Management
Artículos
fake news, medios de comunicación, miedo, noticias falsas, sociedad, trump

La difusión de noticias falsas está al orden del día. Desde hace ya unos cuantos años, las fake news se han convertido en un término de moda para designar aquellas publicaciones —especialmente las que tienen lugar en red— cuyo contenido no se ajusta adecuadamente a la realidad de los hechos. La expresión fue elegida “Palabra del Año 2017” por el Diccionario Collins y también estuvo a punto de serla para la Fundéu BBVA. Hoy se la escuchamos nombrar con asiduidad al presidente Donald Trump, quien a principios de 2018 anunció sus particulares Fake News Awards, otorgados a los medios de comunicación estadounidenses «más deshonestos, corruptos y/o distorsionados en su cobertura política». Y no debería extrañarnos la repentina celebridad de esta idea, dadas las sociedades en las que vivimos. La interconexión personal —física o digital— a lo largo del globo se ha multiplicado y la mayoría de sus habitantes disponemos en nuestros dispositivos de una fuente de información aparentemente ilimitada. Aun así, lo cierto es que el fenómeno de las fake news, entendidas en sentido amplio, existen posiblemente desde el surgimiento mismo del habla. Hay quien, incluso, postula que la difusión de rumores y chismes sobre terceras personas habría sido un elemento esencial en la evolución social del ser humano. Gracias a la práctica del cotilleo —y con ella la de la mentira—, la humanidad habría sido capaz de atravesar un umbral crítico en el desarrollo de su sociabilidad.

El aumento de la interconexión personal y de la facilidad en el acceso a la información han provocado que las fake news sean hoy una expresión de moda.

¿Qué es una noticia falsa? ¿Una noticia publicada por un periódico contrastado cuya información está deliberadamente manipulada? ¿Una noticia publicada por un periódico no contrastado? ¿Una noticia cuyo diseño general ha sido elaborado por un actor no adscrito a una publicación regular? ¿Cómo distinguimos un periódico contrastado de otro que no lo es? Todas estas cuestiones rodean el problema de definir con precisión en qué consisten las fake news. Claire Wardle es una experta en comunicación que ha tratado de clarificar al máximo posible qué es y qué no es una noticia falsa. De acuerdo con su análisis, las fake news podrían clasificarse en función de su contenido, de las motivaciones de la(s) persona(s) que las publican o del medio a través del cual se divulga. En este sentido, podríamos dar con una noticia cuyo contenido estuviera manipulado con fines geopolíticos del mismo modo que podríamos leer otra en la que su mensaje fuera enteramente ficticio y su finalidad manifiestamente satírica. Sin duda, la tipología de Wardle resulta muy útil a la hora de categorizar las noticias falsas, pero además del mensaje (contenido), el emisor (motivaciones) y el canal (medio), es muy importante acercarse también al receptor mismo de la noticia. Se trata de un factor fundamental si se quiere comprender adecuadamente el funcionamiento de las fake news, pues ni una persona puede creerse cualquier noticia ni todas las personas nos creemos las mismas.

En los tiempos que corren, es necesario saber distinguir la información veraz de aquella que no lo es.

¿Qué es lo que determina la credulidad o incredulidad de una persona con respecto a una noticia determinada? Un cúmulo de circunstancias personales y socioculturales entre las que pueden destacarse, entre muchas otras, la educación recibida, la posición que ocupe dentro de la estructura social o la solvencia con la que se maneje entre las nuevas tecnologías de la información. Hay quienes han designado este nudo cultural con el nombre de “mentalidad” o “ideología”. En cualquier caso, lo que parece evidente es que todos, ya seamos lectores habituales de prensa o simples receptores de información, debemos entrenar nuestra capacidad crítica y llegar a ser capaces de distinguir, con más o menos éxito, entre una noticia “completamente” falsa y otra que no lo es. Hoy más que nunca, se impone la necesidad de discriminar constantemente entre información veraz y engañosa, útil o estéril, etc. Esto es especialmente importante dentro del ámbito de la salud, donde los momentos de confusión son muy habituales y las consecuencias especialmente delicadas. Hace unos meses, en una jornada organizada por el Colegio de Médicos de Barcelona, se indicaba que «una de cada tres noticias falsas en Internet hacen referencia a cuestiones de salud», que «el 75% de los videos sobre cáncer en Youtube contienen información falsa» y que «un 60% de la población en España usa Internet para informarse sobre su salud».

A través de un nexo difícil de explicar, miedo y credulidad se vinculan estrechamente cuando nos enfrentamos a una noticia falsa o a cualquier otra clase de información. Por todos es sabido, en este sentido, que una persona asustadiza ve y oye “cosas” que su acompañante, más valeroso, es incapaz de percibir. En un estudio sobre la Revolución Francesa y el campesinado, George Lefebvre describe el gran ataque de pánico que sufrió la campaña francesa entre julio y agosto de 1789. En muy pocos días, buena parte de la nación se levantó en armas espoleada por la “llegada de los bandidos”. En realidad, dichos bandidos nunca llegaron y en la inmensa mayoría de los casos ni siquiera existían tales delincuentes. Aun así, los rumores corrieron como la pólvora y en la imaginación de la gente se segaron cosechas, se quemaron castillos y se arrasaron poblados. Aunque ha pasado mucho tiempo desde entonces, es recomendable recordar algunas de las palabras que —todavía en 1932— Lefebvre dejó escritas en relación a este acontecimiento. «Era muy fácil creer que llegaban [los bandidos]», nos dice, «porque se los estaba esperando […] Y en verdad, ¿qué es el gran pánico sino una gigantesca “noticia falsa”?».

La cumbre climática y los brindis al sol

26/09/2019 by Alternativa Management
Artículos
acuerdo de parís, cambio climatico, cumbre, kioto, naturaleza, problemas meioambientales

Esta semana se ha celebrado en Nueva York la UN Climate Action Summit, una cumbre organizada por las Naciones Unidas en la que diferentes países han puesto sobre la mesa sus particulares contribuciones a la lucha contra el cambio climático. La idea es que dichas medidas puedan servir como referencia para el resto de Estados con el fin de frenar el calentamiento global dentro de los márgenes señalados por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC). Dicha cumbre se ha desarrollado en un contexto de creciente preocupación y con la notable ausencia de EE.UU. El ejecutivo de Trump contraprogramó en esos días un evento sobre minorías religiosas y decidió enviar a la cumbre representantes de bajo nivel. «Una Cumbre del Clima sin el presidente de EE.UU. —comentaba el meteorólogo José Miguel Viñas— es como una paella sin arroz. Falta el actor/ingrediente principal». En cualquier caso, el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, advirtió que solo participarían en la cumbre aquellos países que presentaran compromisos claros y realistas, de modo que tampoco se habían depositado demasiadas expectativas en el gobierno del Make America Great Again.

La lucha contra el cambio climático exige reconducir los modelos productivos basados en el crecimiento ilimitado y la explotación de la naturaleza.

El evento ha hecho resurgir algunas de las cuestiones que llevan ya demasiados años en la palestra. ¿Qué debe entenderse por «compromisos claros y realistas» en la lucha contra el cambio climático? ¿Qué garantías de aplicación conllevan dichos compromisos, si es que acarrean alguna? La primera pregunta aborda implícitamente los problemas de definición que alberga la propia noción de “cambio climático”. Si por ésta entendemos el calentamiento global derivado de la acción humana y el resto de consecuencias meteorológicas y medioambientales derivadas del mismo, es importante tener en cuenta que dicha definición puede llevarnos, en la «lucha contra el cambio climático», a una defensa incondicional de modelos energéticos basados en la energía nuclear, que en este sentido resulta “100% limpia”. Pero si desconfiamos de dichos modelos y contemplamos seriamente los riesgos que conllevan, se impone una redefinición del “cambio climático” o, al menos, una mayor amplitud en el significado de la «lucha contra el cambio climático». Existen infinidad de problemas medioambientales, energéticos o de salud que no están directamente provocados por el calentamiento global o por la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero. Es el caso de la contaminación y sobreexplotación de los recursos naturales, por poner solo un ejemplo. En este sentido, los «compromisos claros y realistas» a los que se adscriban los diferentes países deberán adoptar una perspectiva holista, basada fundamentalmente en la actividad humana y su intervención en los ecosistemas terrestres, y no solamente en la reducción de gases de efecto invernadero. En suma, se trata de reconducir los modelos productivos basados en el crecimiento económico sostenido y en la explotación sistemática de la naturaleza.

Los problemas medioambientales deberían concebirse como una cuestión de política económica.

Por otro lado, la cuestión relativa a la obligación de cumplir dichos compromisos parece mucho más difícil de resolver. Dieciocho años después de la adopción del Protocolo de Kioto, se configuró un nuevo instrumento internacional que lo sustituiría en la lucha por frenar el calentamiento global y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El Acuerdo de París entrará en vigor en 2020, justo cuando finaliza el tratado previo, y fue considerado en su momento como el documento más importante de la historia en materia medioambiental. «Siempre podrán decir que el 12 de diciembre de 2015 estaban en París —proclamó el presidente francés François Hollande ante los asistentes a la cumbre—. Y podrán sentirse orgullosos ante sus hijos y sus nietos». Y lo cierto es que el Acuerdo de París fue un hito extraordinario en la historia política internacional, especialmente si tenemos en cuenta sus visos universalistas y que fue adoptado por consenso de todas las partes. Sin embargo, estas particularidades del acuerdo hicieron que el compromiso real de las partes fuera extremadamente difuso y que algunos lo conciban hoy como poco más que un brindis al sol. En efecto, los juristas lo definen como un documento de soft law y el único punto en el que se comprometen firmemente los países es el que hace alusión a la presentación de informes periódicos acerca del avance en las contribuciones anunciadas. Además, no se contemplan sanciones en aquellos casos en los que no existan avances o en los que simplemente no se presenten dichos informes. En este sentido, parece evidente que el único mecanismo internacional del que se dispone actualmente está enfocado a la presión mediática por parte de la sociedad civil: «este o aquel país no ha cumplido con las contribuciones a las que se comprometió en su momento». Teniendo en cuenta la naturaleza de nuestro sistema de mercado, tal vez sería más productivo enfocar el problema del cambio climático —y de la salud de los ecosistemas terrestres, en general— como una cuestión de política económica. ¿Qué sanciones se contemplan para aquellos países que incumplan los acuerdos medioambientales? ¿Cómo podrían promoverse modelos de producción, distribución y consumo más justos y respetuosos con el medio ambiente?

Estas y otras preguntas similares han sido puestas sobre la mesa durante esta última cumbre sobre el clima. Todavía es pronto para evaluar las respuestas ofrecidas por las partes, pero teniendo en cuenta los precedentes es legítimo suponer que serán insuficientes. En cualquier caso, cabe esperar que la creciente preocupación por el estado del planeta impregne progresivamente todos los ámbitos de la política nacional e internacional. La adopción de perspectivas integrales sobre los problemas medioambientales y su encuadre dentro del ámbito de la política económica son premisas necesarias para afrontar el que, hasta el momento, es el desafío más trascendental de la historia de la humanidad.

 

Véase también:

– Objetivo: ¿la Luna? (08/08/19)

– Arde Biarritz (29/08/19)

¿Cuántos años de soledad?

19/09/2019 by Alternativa Management
Artículos
condiciones de vida, crisis, mayores, ocio, población, rural, salud, soledad, tercera edad

Somos cada vez más viejos. Y lo somos en el doble sentido que admite la oración. Las personas, por un lado, vivimos cada vez más años. En 2009, un/a español/a vivía de media el doble que cien años antes. De hecho, según datos de la Organización Mundial de la Salud, España era en 2016 el segundo país del mundo con la esperanza de vida media más alta (83,1), solo por detrás de Japón (84,2). A pesar del honorable puesto de nuestro país, lo cierto es que estos resultados son poco más que el reflejo de una dinámica global en la que los avances médicos, la adaptación al medio y la disminución de la pobreza extrema, entre otros factores, han incrementado la longevidad del ser humano hasta niveles que hace no mucho tiempo hubieran resultado inimaginables. Pero, además, y en parte como consecuencia de este incremento, la media de edad de las personas del primer mundo es cada vez mayor. España ocupa el vigesimoséptimo lugar (41,1), mientras que en los primeros lugares encontramos a Mónaco (51,1), Alemania (46,5) y Japón (46,1). Estos datos contrastan con edad media de Níger (15,1) y Uganda (15,5), los dos países con la población más joven del mundo.

Debe aplaudirse toda iniciativa que promueva la mejora de las condiciones de vida de las personas mayores.

Del hecho incontestable de que somos cada vez más viejos pueden extraerse varias conclusiones y numerosas cábalas sobre nuestro futuro próximo. Desde luego, el desequilibrio demográfico y la inversión de la pirámide de edades puede suponer una gravísima crisis en nuestra base productiva y económica. No debería extrañarnos, en este sentido, que el 57% de la población española en activo (17 millones) crea que no va a cobrar una pensión pública cuando se jubile. O que dentro de unos días esté prevista una marcha que recorrerá el camino que separa Bilbao de Madrid reivindicando una mejora en el sistema público de pensiones. Lo que tal vez pudiera sorprendernos es la idea de que el envejecimiento de la población abre nuevas posibilidades en el mercado laboral. Senderos de Teja es una empresa social radicada en Artieda (Huesca) dedicada a la mejora de las condiciones de vida de la región. Su labor está enfocada principalmente a la vida rural y en ella, señalan, se toparon con cuatro necesidades fundamentales: socialización, vivienda, trabajo y envejecimiento y soledad no deseada. En relación a la primera y a la última de ellas, este proyecto ha configurado un sistema de asistencia para mayores que recorre algunos pueblos de la comarca acompañando y atendiendo las demandas de sus clientes, como ir a comprar, al médico o a la peluquería.

Bajo el gobierno de Theresa May, Reino Unido decidió crear en 2018 un Ministerio de la Soledad.

Y es que la soledad se ha convertido en una de las externalidades más dolorosas del envejecimiento poblacional. En el caso de los pequeños pueblos rurales, los ancianos se quedan solos ante el éxodo al que, en parte, se ven abocados los jóvenes al no vislumbrar ningún futuro laboral. Cuando la situación se vuelve insostenible y siempre que se disponga de medios económicos, estas personas suelen terminar internadas en una residencia, ante lo cual cabría preguntarse si esto resuelve o no el problema de la soledad. También podríamos resolver que el trabajo de Senderos de Teja no hace sino mercantilizar el cariño y el cuidado hacia las personas mayores, pero lo cierto es que su labor y el de otras empresas sociales similares resulta indispensable en una sociedad cuya dinámica demográfica no dejas lugar a dudas. Seguramente se trata, más bien, de exigir al Estado la promoción de unas políticas sociales enfocadas en la situación de las personas mayores, como ya hicieran algunos con respecto al trabajo de algunas ONG y al desarrollo rural en América Latina. En realidad, deberíamos alegrarnos si algún día acaban desapareciendo las organizaciones y las empresas sociales a causa del buen trabajo realizado por los Estados y los organismos supranacionales. Hasta ese momento, en cualquier caso, debemos aplaudir toda iniciativa que fomente la mejora en las condiciones de vida de las personas que viven la última etapa de su vida.

Somos cada vez más viejos y estamos cada vez más solos. Se nos presenta un doble problema de difícil solución, pero a cuya búsqueda ya se han dispuesto diferentes empresas y organizaciones desde un amplio espectro de ámbitos y ocupaciones. Si hace unas semanas abogábamos por llevar a las zonas rurales nuevas formas de ocio y entretenimiento, hoy reivindicamos el derecho de las personas mayores a disfrutar de una vida digna y agradable. Y para ello, además de muchas otras cosas, es indispensable llenar las horas muertas que se alargan y acaban haciendo eterna una semana. Porque nuestros mayores se lo merecen y porque esperamos que todos y todas ocupemos un día su lugar.

La gestación subrogada y el fetichismo del don

12/09/2019 by Alternativa Management
Artículos
capitalismo, gestacion subrogada, mercado, moral, polanyi, vientres de alquiler

En La gran transformación (1944), Karl Polanyi trató de demostrar cómo las dinámicas mercantilistas del capitalismo moderno representaban un fenómeno extraordinario dentro de la historia de la humanidad. Basándose tanto en sociedades arcaicas como en esas sociedades contemporáneas por aquél entonces denominadas “primitivas”, el científico social austro-húngaro señalaba que la economía no ha constituido nunca una esfera autónoma e independiente del resto de dimensiones sociales, como pudieran ser la religión o el parentesco. Muy al contrario, los procesos que hoy categorizaríamos como “económicos” han estado siempre “incrustados” —embedded, nos dice Polanyi— en el conjunto del entramado social. En pocas palabras: los intercambios económicos han estado históricamente sometidos a una regulación institucional que los ajusta y los dota de significado.

El desarrollo del liberalismo económico de finales del siglo XVIII y principios del XIX, sin embargo, provocó un giro brusco en este tópico de la sociabilidad humana. La esfera económica comenzó a independizarse del resto de instituciones sociales y —cabe señalar que con ayuda del Estado— se instituyó como una dimensión autónoma, liberada de las restricciones culturales que le imponía la tradición. Una clara muestra de esta deriva era para Polanyi la inserción en el mercado de lo que él llamaba las tres «mercancías ficticias», esto es: el trabajo, la tierra y el dinero. Por primera vez en la historia, nos dice, estos tres elementos pasaron a transitar libremente dentro de un mercado autorregulado, con sus respectivas contraprestaciones: el salario, la renta y el interés. Es importante señalar que “la gran transformación” de la que nos habla Polanyi no hace referencia a este proceso de autonomía de la esfera económica en los albores del capitalismo moderno, sino al final de una época cuyos signos vislumbraba en el abandono del patrón oro, en la economía centralizada de la Unión Soviética o en el ascenso de Hitler en Alemania. Se trataba de la “re-socialización” de la sociedad. No obstante, el devenir del siglo XX, la sacralización del neoliberalismo y su institución global en el Consenso de Washington han contradicho la dinámica prefigurada por Polanyi. Hoy más que nunca, los tentáculos del mercado se hacen espacio allí donde jamás podrían haber encontrado autonomía.

El capitalismo moderno representa una sorprendente excepción histórica: por primera vez, la economía constituye una esfera autónoma.

Uno de esos lugares parece ser el útero de aquellas mujeres que ponen su vientre a disposición de quien lo necesite. En el contexto de las crudas negociaciones que estos días mantienen PSOE y Unidas Podemos para constituir un gobierno estable, hay un punto en el que no existe discrepancia: la condena de la gestación subrogada y la toma de medidas para combatir «a las agencias que ofrecen esta práctica a sabiendas de que está prohibida en nuestro país». Sin entrar a debatir los aspectos morales que rodean la polémica, lo que parece evidente es que los “vientres de alquiler” representan un escalón más en los procesos de mercantilización de la vida y el cuerpo humanos. Aunque esté prohibida en España, la gestación subrogada es legal en otros doce países, entre los cuales destacan —en lo que a la estadística nacional española se refiere— Ucrania y Estados Unidos: más de la mitad de los niños nacidos en España por vientres de alquiler provienen de mujeres de Los Ángeles. Más que la existencia misma de esta práctica concreta, lo que tal vez debería preocuparnos es el avance imparable del espacio reservado exclusivamente para el mercado, con la consiguiente disminución de otras formas institucionales de organizar nuestra sociedad y dar sentido a nuestras vidas. Es decir, aquello a lo que nos referimos cuando decimos que «con perretas, chufletes».

Practicar hoy un fetichismo del don y del regalo es la mejor manera de enfrentarse a la hipertrofia del mercado.

Por fortuna, en nuestro mundo existen todavía espacios que no han sido invadidos por las lógicas mercantilistas. El propio Polanyi distinguía otras dos formas de integrar la economía en la sociedad, además del sistema de mercado: la redistribución y la reciprocidad. Históricamente, la primera sería el modelo propio de aquellas sociedades que se organizan en torno a un núcleo centralizado dedicado a la recolecta y distribución de tributos, mientras que la segunda estaría asociada principalmente a los grupos basados en redes de parentesco. Actualmente, tienen lugar, entre otros, dentro de nuestros sistemas de seguridad social y de los tradicionales intercambios de regalos en cumpleaños y otras fechas señaladas, respectivamente. ¿Acaso puede alguien dejarse invitar sistemáticamente sin aportar, en algún momento y de alguna manera, ninguna prestación? Una persona así, a la larga, es considerada un “egoísta”, un “avaro” o una “aprovechado”, lo cual demuestra que la lógica de la reciprocidad y del don continúan vigentes en nuestras sociedades mercantilizadas. Hecho que también se ve reforzado, entre otras cosas, por la resistencia de PSOE y UP a legalizar o legitimar la gestación subrogada.

La hipertrofia del mercado contribuye a fortalecer lo que Karl Marx denominó el fetichismo de la mercancía, esto es, la idea de que la producción y distribución de los bienes de consumo es un proceso natural, despojado de cualquier relación con la sociedad en la que tienen lugar y de los miembros que la componen. Como si el útero, pongamos, fuera independiente de la persona a la que pertenece. Frente a esta forma extrema de reificación, se impone hoy en día la necesidad de promover un fetichismo del don. Es decir, de reivindicar la naturaleza recíproca de las relaciones sociales, tesis que, por lo demás, ya fue sostenida por antropólogos de la talla de Marcel Mauss o Claude Lévi-Strauss. Una sociedad puede sobrevivir sin vientres de alquiler, sin trabajo asalariado o sin mercados de ninguna clase. Lo que resulta inimaginable es una sociedad sin regalos, sin contraprestaciones personales y sin correspondencias recíprocas.

DJ Matteo

05/09/2019 by Alternativa Management
Artículos
canción del verano, crisis migratoria, derechos humanos, europa, open arms

Un conocido canal español de televisión emitía hace unas semanas un reportaje sobre la canción del verano. En él, unas entrevistas realizadas a pie de calle sugerían que 2019 sería el primer año después de mucho tiempo sin experimentar este peculiar fenómeno de masas. Pero eso era antes de que Rosalía se convirtiera en la primera artista nacional en ganar un MTV Music Award por el videoclip de “Con altura”. El galardón, compartido con el colombiano J Balvin, ha hecho que algunos indecisos se decanten por esta canción a la hora de elegir el mayor éxito de este periodo estival.

La tónica veraniega ha sido la negativa del gobierno italiano a abrir sus puertos por motivos humanitarios.

Pero para muchas otras personas, la canción del verano ha sido lamentablemente la reiterada negativa por parte del gobierno italiano a ofrecer sus puertos marítimos para el desembarco de los migrantes rescatados en el Mediterráneo. La detención de Carola Rackete, la joven alemana que capitaneaba el Sea-Watch 3 cuando atracó en el puerto de Lampedusa ignorando las advertencias de las autoridades italianas, o el abandono del Open Arms durante veinte días con 166 personas a bordo son solo dos de los hitos de esta triste melodía veraniega. Melodía que acompaña también a los continuos sobresaltos en el congreso italiano: tras el órdago emitido por Matteo Salvini hacia sus compañeros de gobierno, se agotó la paciencia de Giuseppe Conte y el primer ministro decidió dimitir, dejando la situación política italiana pendiendo de un hilo. O se ponían de acuerdo el Partito Democratico y el Movimento 5 Stelle con el fin de instituir un nuevo gobierno sin Salvini, o bien se convocaban nuevas elecciones y se deja la decisión al soberano popolo italiano. Aunque éste último escenario era el que más atraía al líder de la ultraderechista Lega, el descenso en la popularidad del ya exministro del interior provocó que algunos vislumbraran su futuro lejos del ejecutivo, como finalmente ha ocurrido. Entretanto, en cualquier caso, Salvini volvía a prohibir la entrada en aguas italianas a un barco de rescate alemán con 110 migrantes a bordo. Cada loco con su tema.

Y no que esté mal poner de manifiesto la incapacidad de Europa para gestionar apropiadamente la crisis migratoria que azota el Mediterráneo. El crecimiento de la población mundial, especialmente en países que no pertenecen al selecto club del G7, es ya un problema de escala global. Y como tal, debe ser abordado ordenadamente por los diferentes organismos internacionales en general y, en este caso, por la Unión Europea en particular, dejando para los más fantasiosos la idea de una “apertura general de fronteras”. Pero dentro de ese “ordenadamente” debería presuponerse la defensa incondicional de los Derechos Humanos, que, muy revisables en lo que respecta a su aplicación, siguen siendo todavía un buen timón al que encomendarse. Si esto es así, las políticas migratorias de Salvini, basadas en el nacionalismo y la xenofobia, están a años luz de poder gestionar de manera ordenada y humanitaria la crisis migratoria. Lo primero que debería garantizarse en casos como los que hemos visto en los medios es la vida de las personas que se la juegan atravesando el mar y que más tarde son recogidos por los operarios de los barcos de rescate, cuyo crédito, si no directamente su honorabilidad, tendrían que estar fuera de toda duda.

Una gestión ordenada de las crisis migratorias no es incompatible con la defensa de los Derechos Humanos: son principios inseparables.

Para desgracia del entorno euroafricano, no ha sido posible establecer un modelo de gestión adecuado que sepa reconducir la crisis migratoria hacia escenarios que garanticen los Derechos Humanos y el flujo ordenado de personas. Para desgracia del emigrante africano, su odisea coincidió en el tiempo con la existencia de un gobierno italiano cuyo ministerio de interior estaba ocupado por un racista. Aunque esta segunda circunstancia parece haber cambiado —lo cual, en el fondo, tampoco garantiza nada—, la crisis migratoria en el Mediterráneo —y cualquier crisis migratoria de este tipo, en general— exige una coordinación internacional que ponga fin a los continuos naufragios marítimos o al drama que viven miles de personas en la frontera que separa México de EE.UU

Independientemente de que Salvini pierda o conserve su crédito en la arena política italiana, lo que parece indiscutible es que el exministro supo aprovechar sus vacaciones estivales. A principios de agosto, muy lejos de las playas donde van a parar los cadáveres que escupe el Mediterráneo, disfrutó de una bonita velada en Papeete Beach, al norte de Italia, cuyo promotor es desde hace unos meses parlamentario europeo por La Lega. En ella pudo verse a Salvini en bañador, mojito en mano y ejerciendo de disc-jockey, rodeado en todo momento de fieles seguidores y de modelos en bikini. ¿Se trataba de una anticipada y delirante campaña electoral? Posiblemente. En cualquier caso, lo que es seguro es que DJ Matteo decidió ignorar a Rosalía y tomó partido, cómo no podía ser de otra manera, por el himno nacional italiano.

Arde Biarritz

29/08/2019 by Alternativa Management
Artículos
amazonas, biarritz, bolsonaro, cambio climatico, fuego, planeta, riesgo global

Como si de una enorme bola de nieve se tratase, el problema del cambio climático se agrava cada vez más, arrastrando todo lo que encuentra a su paso. Aunque bien podríamos hablar, en este caso, de una enorme bola de fuego, pues el mes de julio más caluroso de la historia reciente ha dejado miles de incendios descontrolados a lo largo y ancho del planeta. Hasta hace unos días, el más sonado era posiblemente el de la isla de Gran Canaria, donde ya se han superado las 9.200 hectáreas quemadas y más de 10.000 personas tuvieron que ser evacuadas. Pero los medios han decidido volver la vista hacia el otro lado del Atlántico, donde la selva amazónica está ardiendo a un ritmo récord. De acuerdo con los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, este país ha registrado en lo que llevamos de año más de 75.000 incendios, un 84% más que durante el mismo periodo de 2018. El fuego ha terminado extendiéndose a los países vecinos y solo en Bolivia se han quemado alrededor de 700.000 hectáreas.

Solo en Bolivia se han quemado alrededor de 700.000 hectáreas.

Aunque el alarmante aumento de incendios a nivel global responde parcialmente al aumento de las temperaturas y al cambio climático, en la mayoría de casos se entremezclan diferentes factores relacionados con las esferas económica y geopolítica. Durante la pasada campaña electoral, Jair Bolsonaro amenazó en repetidas ocasiones con seguir los pasos de su colega Trump y abandonar el Acuerdo de París, abrazando un negacionismo que en el gobierno brasileño está representado principalmente por el ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo. Hace unos meses, el canciller brasileño aseguraba que la temperatura global ha subido porque «los termómetros están ahora más cerca del asfalto»[1]. Por su parte, Bolsonaro insinúa que son algunas organizaciones ecologistas las que podrían estar detrás de los incendios con el fin de ensuciar su nombre. Aparentemente, los delirios del gobierno brasileño no tienen límite. Pero solo aparentemente. Su política medioambiental —porque la ausencia de medidas no deja de ser una decisión política— responde en buen grado a las exigencias de empresarios y productores nacionales por expandir sus negocios en la Amazonia. «Los productores rurales respaldados por las palabras del presidente Bolsonaro planean instituir el 10 de agosto como el Día del Fuego, el cual pretende hacer la limpieza de las florestas y los pastos», se leía unos días antes en el diario Folha do Progresso[2].

La cumbre del G7 en Biarritz decidió incluir a los incendios de la Amazonia entre las cuestiones a tratar en el encuentro.

En cualquier caso, la presión internacional ha provocado un cambio de rumbo en la deriva del exmilitar brasileño, que hace unos días movilizaba al ejército para combatir las llamas. El gobierno francés amenazó con paralizar el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Mercosur si Bolsonaro no toma medidas para frenar el cambio climático, posición que ha sido respaldada por el gobierno irlandés y por la canciller alemana Angela Merkel. No así por el gobierno de Pedro Sánchez, que según fuentes de El País se habría desmarcado de las presiones, considerando que es un error mezclar ecologismo y comercio internacional. Desgraciadamente, esta singular mezcla parece ser la única vía para que la comunidad internacional instituya un frente común que combata los problemas medioambientales de manera efectiva. Es por ello por lo que la cumbre del G7, que este año se ha reunido en la ciudad francesa de Biarritz, decidió incluir a los incendios del Amazonas entre las cuestiones a tratar en el encuentro. ¿De qué otra manera podría forzarse a un gobierno como el de Bolsonaro a cumplir los acuerdos internacionales? Por increíble que pueda parecer, el riesgo global que representa el cambio climático, como también lo hacen la contaminación, la amenaza nuclear o las migraciones forzadas, abre una ventana de oportunidad para que los organismos internacionales aúnen esfuerzos con el fin de transitar hacia un mundo mejor. El fuego descontrolado es solo un granito de arena dentro de la gran bola de nieve que representa el calentamiento global, pero ha logrado poner sobre la mesa, una vez más, la urgencia por salvar nuestro planeta y minimizar los efectos de la actividad humana.

Es difícil considerar todas las variables que juegan un papel importante en este perverso descenso hacia la extinción, pero siempre puede resultar útil apelar a una o dos leyes generales. En este caso, el conocido como Principio de Hanlon parece encajar a la perfección. Esta revisión de la Navaja de Ockham dicta que no deberíamos achacar a la maldad todo lo que pueda ser explicado sencillamente por la estupidez. Y es que, en realidad, no hay ninguna razón de peso que nos lleve a atribuir demasiada inteligencia a personajes como Bolsonaro, Araújo o Trump.

[1] Elcacho, J. (2019, 31 de mayo). La temperatura ha subido porque “los termómetros están ahora más cerca del asfalto”. La Vanguardia. Recuperado de <https://www.lavanguardia.com/natural/20190530/462567099543/.html>.

[2] Farinelli, V. (2019, 22 de agosto). “Día del Fuego”: cómo los terratenientes incentivados por Bolsonaro generaron el más grande ataque a la Amazonía. El Desconcierto. Recuperado de <https://www.eldesconcierto.cl/2019/08/22/dia-del-fuego-como-los-terratenientes-incentivados-por-bolsonaro-generaron-el-mas-grande-ataque-a-la-amazonia/>.

Previous »

Follow Us

 
 

2021 © Copyright @ AlternativaManagement.com

ASOCIACIÓN CARCAJADA RECORDS

ALTERNATIVA MANAGEMENT PERTENECE A:

aieufisgae

Política de Cookies

Política de Privacidad y de Protección de Datos

Términos y condiciones