Un conocido canal español de televisión emitía hace unas semanas un reportaje sobre la canción del verano. En él, unas entrevistas realizadas a pie de calle sugerían que 2019 sería el primer año después de mucho tiempo sin experimentar este peculiar fenómeno de masas. Pero eso era antes de que Rosalía se convirtiera en la primera artista nacional en ganar un MTV Music Award por el videoclip de “Con altura”. El galardón, compartido con el colombiano J Balvin, ha hecho que algunos indecisos se decanten por esta canción a la hora de elegir el mayor éxito de este periodo estival.
La tónica veraniega ha sido la negativa del gobierno italiano a abrir sus puertos por motivos humanitarios.
Pero para muchas otras personas, la canción del verano ha sido lamentablemente la reiterada negativa por parte del gobierno italiano a ofrecer sus puertos marítimos para el desembarco de los migrantes rescatados en el Mediterráneo. La detención de Carola Rackete, la joven alemana que capitaneaba el Sea-Watch 3 cuando atracó en el puerto de Lampedusa ignorando las advertencias de las autoridades italianas, o el abandono del Open Arms durante veinte días con 166 personas a bordo son solo dos de los hitos de esta triste melodía veraniega. Melodía que acompaña también a los continuos sobresaltos en el congreso italiano: tras el órdago emitido por Matteo Salvini hacia sus compañeros de gobierno, se agotó la paciencia de Giuseppe Conte y el primer ministro decidió dimitir, dejando la situación política italiana pendiendo de un hilo. O se ponían de acuerdo el Partito Democratico y el Movimento 5 Stelle con el fin de instituir un nuevo gobierno sin Salvini, o bien se convocaban nuevas elecciones y se deja la decisión al soberano popolo italiano. Aunque éste último escenario era el que más atraía al líder de la ultraderechista Lega, el descenso en la popularidad del ya exministro del interior provocó que algunos vislumbraran su futuro lejos del ejecutivo, como finalmente ha ocurrido. Entretanto, en cualquier caso, Salvini volvía a prohibir la entrada en aguas italianas a un barco de rescate alemán con 110 migrantes a bordo. Cada loco con su tema.
Y no que esté mal poner de manifiesto la incapacidad de Europa para gestionar apropiadamente la crisis migratoria que azota el Mediterráneo. El crecimiento de la población mundial, especialmente en países que no pertenecen al selecto club del G7, es ya un problema de escala global. Y como tal, debe ser abordado ordenadamente por los diferentes organismos internacionales en general y, en este caso, por la Unión Europea en particular, dejando para los más fantasiosos la idea de una “apertura general de fronteras”. Pero dentro de ese “ordenadamente” debería presuponerse la defensa incondicional de los Derechos Humanos, que, muy revisables en lo que respecta a su aplicación, siguen siendo todavía un buen timón al que encomendarse. Si esto es así, las políticas migratorias de Salvini, basadas en el nacionalismo y la xenofobia, están a años luz de poder gestionar de manera ordenada y humanitaria la crisis migratoria. Lo primero que debería garantizarse en casos como los que hemos visto en los medios es la vida de las personas que se la juegan atravesando el mar y que más tarde son recogidos por los operarios de los barcos de rescate, cuyo crédito, si no directamente su honorabilidad, tendrían que estar fuera de toda duda.
Una gestión ordenada de las crisis migratorias no es incompatible con la defensa de los Derechos Humanos: son principios inseparables.
Para desgracia del entorno euroafricano, no ha sido posible establecer un modelo de gestión adecuado que sepa reconducir la crisis migratoria hacia escenarios que garanticen los Derechos Humanos y el flujo ordenado de personas. Para desgracia del emigrante africano, su odisea coincidió en el tiempo con la existencia de un gobierno italiano cuyo ministerio de interior estaba ocupado por un racista. Aunque esta segunda circunstancia parece haber cambiado —lo cual, en el fondo, tampoco garantiza nada—, la crisis migratoria en el Mediterráneo —y cualquier crisis migratoria de este tipo, en general— exige una coordinación internacional que ponga fin a los continuos naufragios marítimos o al drama que viven miles de personas en la frontera que separa México de EE.UU
Independientemente de que Salvini pierda o conserve su crédito en la arena política italiana, lo que parece indiscutible es que el exministro supo aprovechar sus vacaciones estivales. A principios de agosto, muy lejos de las playas donde van a parar los cadáveres que escupe el Mediterráneo, disfrutó de una bonita velada en Papeete Beach, al norte de Italia, cuyo promotor es desde hace unos meses parlamentario europeo por La Lega. En ella pudo verse a Salvini en bañador, mojito en mano y ejerciendo de disc-jockey, rodeado en todo momento de fieles seguidores y de modelos en bikini. ¿Se trataba de una anticipada y delirante campaña electoral? Posiblemente. En cualquier caso, lo que es seguro es que DJ Matteo decidió ignorar a Rosalía y tomó partido, cómo no podía ser de otra manera, por el himno nacional italiano.