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salud

Pastilleros

31/10/2019 by Alternativa Management
Artículos
edad, industria farmaceutica, medicamentos, medicina, salud, sociedad de consumo

Hace unos días reflexionábamos sobre algunas de las consecuencias que está provocando en España el envejecimiento de la población y el aumento de la esperanza de vida. Hoy toca hacer lo propio con una de sus causas: la evolución de las ciencias de la salud. Desde que la humanidad previniera y tratara las enfermedades valiéndose de las distintas propiedades que poseen las especies vegetales, muchas han sido las innovaciones que, poco a poco, se han ido descubriendo con el paso del tiempo. Dentro del ámbito tecnológico, el siglo XX nos legó la tomografía axial computarizada (TAC) o la resonancia magnética nuclear, entre otras muchas herramientas diagnósticas. Hoy se están aprovechando los conocimientos técnicos de los que disponemos para desarrollar nuevos instrumentos que ayuden al trabajo de los profesionales sanitarios: experiencias de realidad aumentada, impresión de tejidos y medicamentos en 3D, asistentes robot capaces de superar la licenciatura de medicina, etc.

Por supuesto, el desarrollo farmacéutico ocupa un lugar privilegiado dentro de este empeño por combatir a la enfermedad. El descubrimiento de los antibióticos, el perfeccionamiento de la anestesia o la invención de numerosas vacunas son solo algunos ejemplos de los muchos que podrían ofrecerse. En este aspecto, sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Basta con revisar algunos de los titulares más recientes relacionados con la fabricación, la venta y el consumo de fármacos. Desde hace varios años, algunas regiones de los Estados Unidos vienen sufriendo una importante crisis de adicción a los opioides, derivada de la receta indiscriminada por parte de los doctores. En España mismo, «la mortalidad relacionada con estos fármacos ha crecido más de un 50% en siete años y casi se ha doblado entre las mujeres». Hace unas semanas, un jurado de Filadelfia condenó a Johnson & Johnson a indemnizar con 8.000 millones de dólares (¡!) a un hombre que había sufrido los efectos del neuroléptico Risperdal. Se trata de una de las más de 13.000 demandas interpuestas contra la multinacional, cuyo producto habría sido el causante de la ginecomastia de los denunciantes, es decir, del agrandamiento de sus glándulas mamarias. Por último, cabe también mencionar el célebre caso del falso omeprazol —que en realidad se trataba de minoxidil, un vasodilatador utilizado para el tratamiento de la alopecia— que provocó el “síndrome del hombre lobo” en más de veinte bebés españoles.

La principal pregunta a la que nos enfrentamos es si realmente necesitamos todos los medicamentos que consumimos.

Por la cada vez más numerosa aparición de casos como los que acabamos de mencionar es por lo que el Ministerio de Sanidad ha puesto en marcha la iniciativa Valtermed, una iniciativa que pretende valorar lo más objetivamente posible el valor terapéutico de los medicamentos subvencionados públicamente, labor que hasta ahora recaía en las propias empresas farmacéuticas. Pero la cuestión va mucho más allá de la calidad o adecuación de un medicamento particular. La pregunta principal que deberíamos hacernos es si realmente necesitamos todas las medicinas que consumimos —por no mencionar las reacciones que pueda generar su combinación, desconocida en la mayoría de los casos—. Solo en Navarra, alrededor de 11.500 personas toman más de diez medicamentos distintos al día. Naturalmente, una vida y una alimentación saludables prevendrían muchos de los problemas médicos a los que una persona se enfrenta a lo largo de su vida. Pero eso también es otro tema. Como lo son las cuestiones de la biopiratería y del funcionamiento de las grandes empresas del sector. La regulación internacional en materia de patentes farmacéuticas tiende a acentuar «las desigualdades de poder entre los países ricos, ricos en tecnología, y los países menos ricos, pero ricos en recursos biológicos». A pesar de los numerosos llamamientos que se han realizado para prohibir este tipo de licencias, parece evidente que los intereses económicos que subyacen a la industria farmacéutica son más poderosos, al menos por el momento, que la eterna preocupación por mejorar la salud de las personas.

Parece evidente que los intereses económicos que se esconden tras la industria farmacéutica son más poderosos que los intentos por mejorar la salud pública.

¿Adónde nos llevará la hipermedicación en una o dos generaciones? ¿Cuántos años de media viviremos de aquí a cien años? ¿Cuál es el precio que tendremos que pagar por expandir los límites de nuestra propia existencia? Y lo que es más importante, ¿qué porcentaje de seres humanos tendrán la oportunidad de disfrutar de dicha expansión? Evidentemente, resulta imposible responder hoy a estas preguntas, pero, en cualquier caso, son cuestiones que surgen con cada vez más frecuencia en la cabeza de muchos de nosotros. En este contexto, no debería sorprendernos la reiterada reivindicación a una muerte digna. Somos cada vez más viejos, pero no parece estar tan claro que vivamos cada vez más tiempo.

¿Cuántos años de soledad?

19/09/2019 by Alternativa Management
Artículos
condiciones de vida, crisis, mayores, ocio, población, rural, salud, soledad, tercera edad

Somos cada vez más viejos. Y lo somos en el doble sentido que admite la oración. Las personas, por un lado, vivimos cada vez más años. En 2009, un/a español/a vivía de media el doble que cien años antes. De hecho, según datos de la Organización Mundial de la Salud, España era en 2016 el segundo país del mundo con la esperanza de vida media más alta (83,1), solo por detrás de Japón (84,2). A pesar del honorable puesto de nuestro país, lo cierto es que estos resultados son poco más que el reflejo de una dinámica global en la que los avances médicos, la adaptación al medio y la disminución de la pobreza extrema, entre otros factores, han incrementado la longevidad del ser humano hasta niveles que hace no mucho tiempo hubieran resultado inimaginables. Pero, además, y en parte como consecuencia de este incremento, la media de edad de las personas del primer mundo es cada vez mayor. España ocupa el vigesimoséptimo lugar (41,1), mientras que en los primeros lugares encontramos a Mónaco (51,1), Alemania (46,5) y Japón (46,1). Estos datos contrastan con edad media de Níger (15,1) y Uganda (15,5), los dos países con la población más joven del mundo.

Debe aplaudirse toda iniciativa que promueva la mejora de las condiciones de vida de las personas mayores.

Del hecho incontestable de que somos cada vez más viejos pueden extraerse varias conclusiones y numerosas cábalas sobre nuestro futuro próximo. Desde luego, el desequilibrio demográfico y la inversión de la pirámide de edades puede suponer una gravísima crisis en nuestra base productiva y económica. No debería extrañarnos, en este sentido, que el 57% de la población española en activo (17 millones) crea que no va a cobrar una pensión pública cuando se jubile. O que dentro de unos días esté prevista una marcha que recorrerá el camino que separa Bilbao de Madrid reivindicando una mejora en el sistema público de pensiones. Lo que tal vez pudiera sorprendernos es la idea de que el envejecimiento de la población abre nuevas posibilidades en el mercado laboral. Senderos de Teja es una empresa social radicada en Artieda (Huesca) dedicada a la mejora de las condiciones de vida de la región. Su labor está enfocada principalmente a la vida rural y en ella, señalan, se toparon con cuatro necesidades fundamentales: socialización, vivienda, trabajo y envejecimiento y soledad no deseada. En relación a la primera y a la última de ellas, este proyecto ha configurado un sistema de asistencia para mayores que recorre algunos pueblos de la comarca acompañando y atendiendo las demandas de sus clientes, como ir a comprar, al médico o a la peluquería.

Bajo el gobierno de Theresa May, Reino Unido decidió crear en 2018 un Ministerio de la Soledad.

Y es que la soledad se ha convertido en una de las externalidades más dolorosas del envejecimiento poblacional. En el caso de los pequeños pueblos rurales, los ancianos se quedan solos ante el éxodo al que, en parte, se ven abocados los jóvenes al no vislumbrar ningún futuro laboral. Cuando la situación se vuelve insostenible y siempre que se disponga de medios económicos, estas personas suelen terminar internadas en una residencia, ante lo cual cabría preguntarse si esto resuelve o no el problema de la soledad. También podríamos resolver que el trabajo de Senderos de Teja no hace sino mercantilizar el cariño y el cuidado hacia las personas mayores, pero lo cierto es que su labor y el de otras empresas sociales similares resulta indispensable en una sociedad cuya dinámica demográfica no dejas lugar a dudas. Seguramente se trata, más bien, de exigir al Estado la promoción de unas políticas sociales enfocadas en la situación de las personas mayores, como ya hicieran algunos con respecto al trabajo de algunas ONG y al desarrollo rural en América Latina. En realidad, deberíamos alegrarnos si algún día acaban desapareciendo las organizaciones y las empresas sociales a causa del buen trabajo realizado por los Estados y los organismos supranacionales. Hasta ese momento, en cualquier caso, debemos aplaudir toda iniciativa que fomente la mejora en las condiciones de vida de las personas que viven la última etapa de su vida.

Somos cada vez más viejos y estamos cada vez más solos. Se nos presenta un doble problema de difícil solución, pero a cuya búsqueda ya se han dispuesto diferentes empresas y organizaciones desde un amplio espectro de ámbitos y ocupaciones. Si hace unas semanas abogábamos por llevar a las zonas rurales nuevas formas de ocio y entretenimiento, hoy reivindicamos el derecho de las personas mayores a disfrutar de una vida digna y agradable. Y para ello, además de muchas otras cosas, es indispensable llenar las horas muertas que se alargan y acaban haciendo eterna una semana. Porque nuestros mayores se lo merecen y porque esperamos que todos y todas ocupemos un día su lugar.

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