Como si de una enorme bola de nieve se tratase, el problema del cambio climático se agrava cada vez más, arrastrando todo lo que encuentra a su paso. Aunque bien podríamos hablar, en este caso, de una enorme bola de fuego, pues el mes de julio más caluroso de la historia reciente ha dejado miles de incendios descontrolados a lo largo y ancho del planeta. Hasta hace unos días, el más sonado era posiblemente el de la isla de Gran Canaria, donde ya se han superado las 9.200 hectáreas quemadas y más de 10.000 personas tuvieron que ser evacuadas. Pero los medios han decidido volver la vista hacia el otro lado del Atlántico, donde la selva amazónica está ardiendo a un ritmo récord. De acuerdo con los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, este país ha registrado en lo que llevamos de año más de 75.000 incendios, un 84% más que durante el mismo periodo de 2018. El fuego ha terminado extendiéndose a los países vecinos y solo en Bolivia se han quemado alrededor de 700.000 hectáreas.
Solo en Bolivia se han quemado alrededor de 700.000 hectáreas.
Aunque el alarmante aumento de incendios a nivel global responde parcialmente al aumento de las temperaturas y al cambio climático, en la mayoría de casos se entremezclan diferentes factores relacionados con las esferas económica y geopolítica. Durante la pasada campaña electoral, Jair Bolsonaro amenazó en repetidas ocasiones con seguir los pasos de su colega Trump y abandonar el Acuerdo de París, abrazando un negacionismo que en el gobierno brasileño está representado principalmente por el ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo. Hace unos meses, el canciller brasileño aseguraba que la temperatura global ha subido porque «los termómetros están ahora más cerca del asfalto»[1]. Por su parte, Bolsonaro insinúa que son algunas organizaciones ecologistas las que podrían estar detrás de los incendios con el fin de ensuciar su nombre. Aparentemente, los delirios del gobierno brasileño no tienen límite. Pero solo aparentemente. Su política medioambiental —porque la ausencia de medidas no deja de ser una decisión política— responde en buen grado a las exigencias de empresarios y productores nacionales por expandir sus negocios en la Amazonia. «Los productores rurales respaldados por las palabras del presidente Bolsonaro planean instituir el 10 de agosto como el Día del Fuego, el cual pretende hacer la limpieza de las florestas y los pastos», se leía unos días antes en el diario Folha do Progresso[2].
La cumbre del G7 en Biarritz decidió incluir a los incendios de la Amazonia entre las cuestiones a tratar en el encuentro.
En cualquier caso, la presión internacional ha provocado un cambio de rumbo en la deriva del exmilitar brasileño, que hace unos días movilizaba al ejército para combatir las llamas. El gobierno francés amenazó con paralizar el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Mercosur si Bolsonaro no toma medidas para frenar el cambio climático, posición que ha sido respaldada por el gobierno irlandés y por la canciller alemana Angela Merkel. No así por el gobierno de Pedro Sánchez, que según fuentes de El País se habría desmarcado de las presiones, considerando que es un error mezclar ecologismo y comercio internacional. Desgraciadamente, esta singular mezcla parece ser la única vía para que la comunidad internacional instituya un frente común que combata los problemas medioambientales de manera efectiva. Es por ello por lo que la cumbre del G7, que este año se ha reunido en la ciudad francesa de Biarritz, decidió incluir a los incendios del Amazonas entre las cuestiones a tratar en el encuentro. ¿De qué otra manera podría forzarse a un gobierno como el de Bolsonaro a cumplir los acuerdos internacionales? Por increíble que pueda parecer, el riesgo global que representa el cambio climático, como también lo hacen la contaminación, la amenaza nuclear o las migraciones forzadas, abre una ventana de oportunidad para que los organismos internacionales aúnen esfuerzos con el fin de transitar hacia un mundo mejor. El fuego descontrolado es solo un granito de arena dentro de la gran bola de nieve que representa el calentamiento global, pero ha logrado poner sobre la mesa, una vez más, la urgencia por salvar nuestro planeta y minimizar los efectos de la actividad humana.
Es difícil considerar todas las variables que juegan un papel importante en este perverso descenso hacia la extinción, pero siempre puede resultar útil apelar a una o dos leyes generales. En este caso, el conocido como Principio de Hanlon parece encajar a la perfección. Esta revisión de la Navaja de Ockham dicta que no deberíamos achacar a la maldad todo lo que pueda ser explicado sencillamente por la estupidez. Y es que, en realidad, no hay ninguna razón de peso que nos lleve a atribuir demasiada inteligencia a personajes como Bolsonaro, Araújo o Trump.
[1] Elcacho, J. (2019, 31 de mayo). La temperatura ha subido porque “los termómetros están ahora más cerca del asfalto”. La Vanguardia. Recuperado de <https://www.lavanguardia.com/natural/20190530/462567099543/.html>.
[2] Farinelli, V. (2019, 22 de agosto). “Día del Fuego”: cómo los terratenientes incentivados por Bolsonaro generaron el más grande ataque a la Amazonía. El Desconcierto. Recuperado de <https://www.eldesconcierto.cl/2019/08/22/dia-del-fuego-como-los-terratenientes-incentivados-por-bolsonaro-generaron-el-mas-grande-ataque-a-la-amazonia/>.